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Doña Dominguita - Florentino Ortega

Doña Dominguita

Dominguita es una mujer mayor. Aunque ahora, con los avances de la medicina y los cosméticos, una persona a los 72 años pudiera no aparentar ser tan vieja, ella sí lo parece.

Era de edad mediana cuando enviudó y desde entonces, tuvo que trajinar por la ciudad, a veces vendiendo panes de dátil y nuez que ella misma horneaba  hasta altas horas de la noche; o a veces ofreciendo sus servicios de trabajo doméstico; todo para alimentar a sus cuatro hijos y que éstos transitaran por todos los niveles educativos hasta poder graduarse.

Ella tiene una pensión de adulto mayor que el gobierno federal empezó a darle hace algunos meses, pero no sólo es por eso que defiende con vehemencia a Andrés Manuel cada vez que algunos de sus hijos, o nietos, o sobrinos pretenden convencerla del fracaso de la Cuarta Transformación.

Al principio, algunos tomaron a broma que a su edad, con un fajo de periódicos bajo el brazo, visitara las casas de su colonia para invitar a los vecinos a votar por el cambio de rumbo del país; luego, pensaron que después del triunfo de AMLO, se le terminaría el entusiasmo y daría paso al desencanto; más tarde, incluso algunos de sus sobrinos que gozaban de becas de Jóvenes Construyendo el Futuro, le quisieron hacer ver que los indicadores financieros decían que el gobierno era incapaz de manejar la economía.

Pero ella les replicaba con firmeza cada vez que intentaban denostar al Presidente con un “en mi casa no van a hablar mal del Peje,  cabrones” y entonces, todos guardaban silencio, cruzando miradas de indulgencia.

Se imaginaban que ante la resistencia de una buena parte de la familia, el aluvión de noticias y comentarios de los medios siempre en contra, la carestía de la vida por los aumentos que se producirían le harían polvo su pequeña pensión y entonces sería, con la misma fuerza con que impulsó a Morena, su acérrimo y formidable contrincante.

Pero el tiempo  pasó y cuando se aparecían por su casa algunos de sus familiares críticos del gobierno, ella se hacía  la inocente, y sin dejar de menear la escoba, o lavar la loza en el fregadero les preguntaba – ¿a cómo amaneció hoy la gasolina, mijito? o a veces ¿cómo te está yendo en el trabajo de aprendiz, mijito? ¿Te llega bien la beca?, y sonreía socarronamente para sus adentros, cuando le contestaban, que sí abue, que va bien la cosa.

Cuando a veces, le mostraban alguna nota de un columnista furioso contra el gobierno, ella se encogía de hombros y se defendía -esos son como la hierba, mijo, van para allá y para acá. Pa’ donde sople el viento- y luego remataba- te aseguro que algunos de eso cabrones hasta la pensión agarran-

La familia acordó entonces que en las reuniones familiares no se tocara el tema de la grilla, no solo porque era el disparo de arranque para que Dominguita se pusiera en posición de alerta y de combate, sino porque poco a poco la familia se fue dividiendo en las apreciaciones de política, hasta el punto que una cena familiar sabatina, con algunos alcoholes de por medio, casi terminara el ágape en golpes y empujones.

Cuando alguno de los vecinos le espetaba que no estaba bien defender con tanta vehemencia a Andrés Manuel porque eso parecía cosa de locos, ella les mostraba el dedo medio y les contestaba – lo defiendo con la misma vehemencia con que otros lo atacan- y luego concluía- Entonces está de la chingada y todos estamos locos.-Y todos soltaban  las carcajadas ante la salida siempre oportuna de la septuagenaria.

Y ahí va Dominguita. La fortaleza de su espíritu se refleja en su paso por las calles empolvadas, cuando toca la puerta para ofrecer el periódico y los vecinos no solo lo reciben sino que buscan retenerla para sacarle plática, mientras la esperan pacientes  algunos de sus nietos y sobrinos que decidieron acompañarla, primero como un acto caritativo de cuidar a un adulto mayor, y después porque se emocionaban al intercambiar argumentos con la gente que a veces cuestionaba a Doña  Dominguita, al grado de que había ocasiones en que ya no la dejaban contestar porque ellos se  atravesaban con los argumentos de defensa.

Los viernes por la tarde se reúne casi toda la familia en casa de Dominguita. Formaron un comité de base y juntos urden cómo hacer crecer el apoyo hacia la Cuarta en su colonia. Discuten, proponen, organizan las cooperachas, se reparten listas, mientras Dominguita, con una leve sonrisa en sus labios fruncidos y arrugados, con un discreto brillo en la mirada, detrás de las gafas polvorientas, pasa desapercibida entre el gentío,  y les ofrece café y pan y ánimo y fortaleza, cosas todas que siempre son bien recibidas…


Florentino Ortega
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