Malecón de La Paz, B.C.S.
Malecón mágico, por ti volveré,
para contemplar de nuevo tu bahía,
y el canto del guaycura invocaré,
también el rezo misionero, cada día.
Malecón mágico, por ti volveré,
para contemplar de nuevo tu bahía,
y el canto del guaycura invocaré,
también el rezo misionero, cada día.
En una vieja casona de adobe, custodiada por un ” Manchón” de palmas datileras, junto a un prolongado y pedregoso Morro, muy cerca de la vuelta del cerro, en un lugar llamado San Jorge, vivía “El Tegüero
Memoria olfativa le llaman y no es otra cosa que el recuerdo de los olores o esa capacidad de mantener en nuestro cerebro un aroma y que dicho olor, al ser recordado, nos traslade al lugar o al momento en el que lo olimos por primera vez.
ras, tras, choque de espadas. Tras, tras. Y después la calma. Y el séptimo hombre, el de frente al camastro habla:Hoy las puertas de Zarabanda, se abren para recibir con júbilo a Genaro Parpule Donis, reconocido y aceptado como el tercer gran vigilante
Cuenta mi mamá que en esta casa vivía una señora muy rica, pero lo que tenía de rico, lo tenía de coda y desconfiada su nombre era doña Aleja
Ismael Ávila Camacho (a) “el Chaparro”; “¡el sin apellidos, le dicen, al vato!”. Decía siempre, de sí mismo. Hombre de cuna sinaloense. Nacido en la comunidad de Escuinapa
No sé si ustedes recuerdan aquellos cuentos de “El Caballo del Diablo”. Yo si me acuerdo clarito; eran unas revistas donde salían dibujadas unas muchachas bien bonitas, bien buenotas, bien piernudas, bien acinturaditas y con un buen pinchi traserón marca llorarás.
9 campanadas. Anuncio de muerte a las siete de la tarde. La casa de Naro Parpule Donis,
Cuando mi abuela tenía dolor de cabeza, iba a la cocina y agarraba una papa, le cortaba dos rodajas y se ponía una en cada sien. Yo asombrada observaba cómo el tubérculo se iba secando y poniendo negro al mismo tiempo que se le quitaba la jaqueca. Ella me contaba que era un aire que le había entrado por no poner atención en lo que estaba pensando.
Cuando te llevaban de chaperón al restaurante El Flamingo, y tus cuñados te querían apantallar pidiendo la orden al carro, y luego te conformaban con un sándwich de pollo y una malteada de fresa