III. Siesta a la tardecita
Fíjate, Vevita…- empezó a decir, aletargado, Don Asterio Castro al filo de la media tardecita, interrumpiendo la frase con un aflojerado bostezo un rato después de haber yantado opíparamente todo el día de lo que pudo
Fíjate, Vevita…- empezó a decir, aletargado, Don Asterio Castro al filo de la media tardecita, interrumpiendo la frase con un aflojerado bostezo un rato después de haber yantado opíparamente todo el día de lo que pudo
Doña Josefa Ortiz de Domínguez se parecía mucho a una tía mía y Don Guadalupe Victoria portada siempre unos pantalones muy similares a unos calzoncillos de manga larga que usé yo durante los días que tuve el rotavirus, aquella histórica semana que mi madre me negó tres veces, ante la visita en casa del doctor, nomás de pura vergüenza.
Yo iba corriendo porque tenía que llegar lejos, por el estadio de baseball, a tomar el camión a Papalutla donde vivía con Hiro. Llevaba mi mochila azul, Brigitte, una amiga francesa decía que parecía un caracol.
Como sacado de una de película de ciencia ficción, jamás imaginamos apreciar el conmemorativo Grito de Independencia, ante una gigantesca Plaza de la Constitución de la capital del país, prácticamente desierta.
Invité al Señor Mercado
A un partido de “ futbol,”
Me contestó el condenado,
No me llama la atención.
En el rancho los pilares,
Habita un amigo fiel,
Que en todos estos lugares,
No se encuentra uno como El.
Ya dame Chancita de resollar. También no me mandes sueños raros.
Fatídico día 30 de septiembre de 1976 , ciclón Liza, situación vulnerable en zonas de riego que jamás deberá repetirse en La Ciudad de La Paz, BCS , la seguridad y protección de sus habitantes
En ese año, México sepultaba en la Rotonda de los Hombres Ilustres al primer compositor mexicano cuya música tuvo proyección internacional: Manuel M. Ponce.