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Semana Santa - Victor Octavio Castro

Semana Santa

Cuando comencé a tener uso de razón, Semana Santa eran días de guardar, particularmente jueves y viernes Santos, en aquel tiempo, de 1962 hasta 1970 más o menos –años que coinciden con mi novel juventud– no se comía carne –aunque no era extraño en mi tierra (Caduaño) que mataban una res cada venida del Obispo–, no se podía cortar el pelo, las uñas, decir groserías e incluso había quienes no se bañaban jueves ni viernes Santos, mi tío Loreto García Cota, de oficio talabartero, honraba los viernes Santo con la costumbre de salir al monte a matar víboras con una vara de palo de arco, había que matarla pegándole varejonazos en la cabeza, no mayugar el cuerpo, se creía que al matar una víbora de esa forma se liberaban los pecados; después de los años 70’s las costumbres se fueron perdiendo hasta caer en desuso, cuando le platico a mis hijos de cómo era Semana Santa antes, se ríen.

Muchos años después decidí revivir esa vieja costumbre e ir a pasar Semana Santa al Aguajito de Moreno, rancho de mi amigo el “Prieto” Sosa, así que me preparé, una buena despensa con lo más indispensable, verduras, mojaras frescas para freír, un pedazo de atún fresco para prepararlo en machaca y carne para asar el sábado Santo, salí a mediana mañana poco después de desayunar, no llevaba arma grande excepto una pistola escuadra Rugger .22 que le regale a uno de mis hijos, recuerdo que hacía viento aun así el clima era agradable, cuando entré a la brecha al agarrar el filo de la cuchilla que cae en la cañada de la “pimientilla”, sobre la brecha que entra a los “Peludos” donde años atrás los Ortega hacían carbón, vi un extraño aleteo en un palo seco, me llamó la atención y casi detuve la marcha del carro para no hacer mucho ruido, iba solo, me baje del carro sin arma y me dirigí al palo seco que era de chilicote donde aleteaba el animal, ya que me acerque vi que era un gavilán que estaba enredado con una piola de pescar y había quedado prácticamente colgado de una pata y no podía volar, por fortuna no estaba alto, me regrese al carro por una camisa vieja de caqui que uso cuando salgo al monte y lo pillé, lo desenredé del palo y me lo lleve pal rancho envuelto en la camisa.

Cuando llegue al “Aguajito” no le dije nada al “Prieto”, así que cuando bajo la despensa y la hielera se asustó con un bulto que se movía envuelto en una camisa vieja de caqui, “que es”, me preguntó, “una chureya para hacerla estofada”, le dije y me creyó, nos conoce cómo somos de ocurrentes, en una ocasión Isidro Ruiz lo hizo asar papas y comer chapulines con limón y chile colorado en polvo, bajamos el gavilán y lo dejamos al descubierto, traía la piola enredada, sumamente enredada entre las patas y las alas, una de las patas a punto de caérsele, con cuidado y protegiéndonos del pico y las garras lo desenredamos, le pusimos creolina y “pomada de la campana” en la pata, le dimos agua y unos pedazos de carne, increíble el gavilán se mostró tranquilo como que sabía que estábamos haciéndole un bien, ya que lo curamos, que tomó agua y comió lo pusimos en el brazo de un mezquite enfrente de la casa donde están los corrales, se quedó un buen rato sentado hasta que emprendió el vuelo, después me enteré, según me platico el “Prieto”, que de vez en cuando volvía y se sentaba en el mismo brazo del mezquite.

En esa ocasión no salí pal monte, me dio “wueba”, además no llevaba arma grande –rifle– así que me la pase en el rancho comiendo y hablando de la gente, mi señora había echó capirotada y me lleve un buen “wuato”, tres días feliz, feliz, en un rancho donde no hay señal de teléfono ni se escucha radio solo las radios de la contra costa –Sinaloa–, comiendo pescado, tortillas de harina recién hechas y café de grano colado, tres días huyendo del bullicio y de la falsa sociedad; este año si Dios me lo permite, pienso irme a un rancho a pasar Semana Santa –todavía no tengo decidido a qué rancho, por fortuna me sobran invitaciones–, son días que no se puede ir a la playa, menos ahora por lo de la pandemia, el agua está muy fría y por lo regular cae viento y marejada.

No he hablado con la buena muchachada –Isidro Ruiz, Pasy Real y Ángel Gajón– para ver para donde apunta la brújula, en lo personal quiero salir, llevo muchas semanas de encierro voluntario que me trae el agua batida, ojalá y se cumplan mis propósitos de salir a agarrar “aigre” fresco en medio de una de las sequías más devastadoras que han azotado a BCS, este año salir a matar víboras con una vara de palo de arco es una crueldad, no es raro ver animales salvajes que se acerquen a los ranchos, campos pesqueros, pueblos e incluso a las ciudades porque en el monte no hay nada que basureen, la sequía es devastadora, hace unos días me platicó Leone Cota Montaño, que en su rancho, La Misión, han agarrado varios gatos monteses, les ponen trampas para que no lleguen al rancho porque si se acercan los matan los perros, ya que los trampean lo liberan en el monte lejos de los ranchos donde no hagan daño o corran el riesgos de que los maten los perros. ¡Qué tal.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com


Victor Octavio García Castro
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