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La difuntita - Victor Octavio Castro

La “Difuntita”

Desde hace varios años había venido escuchado la trágica leyenda de la “difuntita” en distintas versiones y diferentes tonos durante mis “acampadas” en el monte; hace poco más de veinte años junto con Pilar “Pilarillo” Almaraz y Víctor Manuel Manríquez “Vidorria” –dos grandes amigos–, fui parte de la curiosa anécdota que hoy comparto con usted.

Atraído por la leyenda –muy conocida entre cazadores– me dispuse conocer la zona donde murió y fue sepultada una señora de edad avanzada de apellido Aldama –ignoro su nombre–, que a principios de 1900 realizó una larga travesía siguiendo el camino real desde el rancho El Aguajito de Moreno hasta la costa del pacifico donde se ubica el antiguo rancho de la “Vieja” del Nene Landa. (Según la tradición oral que se trasmite de boca en boca y de generación en generación, la “viejita” vivía sola en el Aguajito de Moreno, rancho del “Prieto” Sosa, se vio obligada a emprender la travesía por hambre y sed durante una larga y devastadora sequía) así que los alboroté con el manido pretexto de buscar un “hijuelachingada”, pasadas las cinco de la mañana ¡fierros! pa’ la “difuntita”; un termo de café, burritos de machaca de mantarraya seca y un galón de agua, ¡ah! y el rifle de Pilar, un 6 milímetros con cuatro cartuchos útiles.

Antes de llegar al “paraje” del “Balta”, por el arroyo de la “Vieja” –no sé si el nombre del arroyo y del rancho que se encuentra por la zona tengan relación con la leyenda–; dejamos el carro sobre la sombra de un palo blanco, nos “apíamos”, tomamos café, montamos tiros al rifle, cuchillos y mecates, y en cuanto nos internamos en el monte nos topamos con unas preciosas pisadas de un “hijuelachingada”, eran de la mañana. Pilar, no tardó en calcularle la alzada, es como de “ocho puntas”, dijo, allí mismo trazó el plan y comenzó a repartir encomiendas; tú –me dijo– te vas por el arroyo pa’ arriba, y donde te topes con unas lomas que forman un pequeño cantil en el arroyo, agarras por todo el filo y mi compadre, –refiriéndose al Vidorria– que se vaya bordeando las lomas de los “Mesquititos”, yo le “gúa” cortar “juella” al “jijuelachingada”, va comiendo al tiempo que apuntaba con el dedo hacía un ciruelo donde anduvo “broteando”.

Quizás hayan sido las diez de la mañana cuando escuche –todavía tenía buena audición– el primer “pajuelazo” del 6 milímetros que se oyó ladino, ¡ah cabrón! murmuré desde mis adentros, a los diez o quince minutos el segundo “chingazo” que se escuchó igual, ladino, haciendo eco en el ancón; al poco rato, el tercer “pajuelazo” que me permitió ubicar sin ver al “Pilarrillo” en medio de un espeso chicural y “barbas de gallo”, tres disparos y nada, así que las probabilidades de “tumbar” el “hijuelachingada” con el único tiro que quedaba eran escasas, así que seguí el plan trazado inicialmente, la idea era de encontrarnos los tres en las orillas del ancón donde se había comenzado a “brotear”; el último “pajuelazo” ya no lo escuché.

Esa mañana anduvimos muy cerca de la “difuntita”, tal vez a dos o tres kilómetros de distancia, pero no llegamos porque se nos hizo tarde siguiendo el “hijuelachingada”, así que cerca de la una de la tarde me retache pal palo blanco donde habíamos dejado el pick up; cuando llegué ya estaba el Vidorria comiendo burritos y tomando café, él si había escuchado el último “chingazo” del 6 milímetros; al rato llegó el “Pilarillo” con las manos vacías; sin venado y sin tiros.

Le bajamos la tapadera a la caja del pick up y nos sentamos a comer burritos y a tomar café, estábamos en pleno arroyo, donde se forma un talud de tierra –paredones– de dos metros de altura en ambas orillas, cuando en eso, el “Pilarrilo” vio el venado que andaba como “aturdido” en medio del arroyo; los tres corrimos y lo acorralamos entre ambos paredones; en el arroyo no había piedras, sino terrones que se forman con la tierra seca que le rebotaban en los brillosos lomos, el venado no sabía pa’ donde correr acorralado entre los paredones y nosotros, obviamente no le hicimos nada y se fue, quedándonos sin venado, sin tiros y sin visitar la “difuntita”. ¡Qué cosas veredes Sancho!

Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com


Victor Octavio García Castro
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