Caminábamos en grupo por las calles de la ciudad de La Paz, después de bajar de una pulmonía, autobús descubierto, con solo los asientos, que nos llevó del aeropuerto a la ciudad a la que llegamos en un AEROCARGA, en un viaje así, de carga, en fila para pasar por la báscula con tu mochila y tu equipaje de mano, ser anotado, pasar a bordo del avión, un DC4, fletado, y pilotado por el legendario Capitán Cervantes para llevarnos a participar en los juegos deportivos y culturales del territorio. Sentados muy juntos, en asientos de lona que colgaban de las paredes del avión, asemejaba un grupo de paracaidistas, listos para ser lanzados al vació. Una persona se acerco para decir que todo el grupo estaba invitado a desayunar en la casa de la francesa.
La casa de la francesa, la mas grande y majestuosa del malecón de la ciudad, con esa increíble vista a la bahía, fuimos recibidos por la señora Consuelo, que amablemente nos invitó a pasar a un amplio comedor, quiso saber nuestros nombres, ella y sus ayudantes nos atendieron a cuerpo de rey, tuvimos un ameno convivió, al despedirnos, nos deseó suerte en las justas deportivas.
Por muchos años al ver la casa en el malecón, no sabía, ni imaginaba la motivación que la señora tuvo para hacernos ésa invitación, hasta que, gracias a los trabajos de investigación y rescate de información, documentos, cartas y fotografías, de muchas personas, entre ellos, mi primo Juany, y mi amigo Pirri, que nos acercan y nos muestran el lado humano de éstas gentes, hombres y mujeres que vinieron de tan lejos a participar en el establecimiento de esta compañía EL BOLEO, y que, algunos formaron familia con mexicanos y desearon quedarse, como el caso de la señora, Consuelo Corona de Nopper.
De los encuentros en la Gómez Jiménez, no recuerdo ningún trofeo, pero si, la visita a la casa de la francesa en el bello malecón de la ciudad de La Paz.
Fotografía. Victor Ramos
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