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Doña Lola Cosio - Omar Castro Cota

Doña Lola Cosío

Conocí a doña Lola, en mis tiempos de estudiante de la Normal Urbana (1970-1974) siendo amigo de Víctor Castro.
Una mujer bajita de estatura, robusta, morena y de rostro autóctono. Lucía una cabellera larga entrecana. Voz pausada y parca en el hablar, eso sí, de trato maternal, muy maternal. Un pan, pues.

La casa era como muchas de La Paz; madera, palma, cartón negro, y piso de tierra, y un patio de los de antes, de esos que se extrañan; ancho y largo pal’ fondo.

Una vez que egresamos de la Normal en el 74, yo me arranqué para la Sierra de Sonora -Yécora- y Víctor fue adscrito en Villa Ignacio Zaragoza, en el municipio de Comondú.

Un par de años después, volvimos a coincidir en Ciudad Constitución, y durante algún tiempo, cuando él no venía a La Paz, yo traía parte de su sueldo para doña Lola.

Habían empezado a construir su casa «de material» a un costado de la original, que ya retaba a la ley de gravedad.
Recuerdo el típico «Gracias, mi’jito» y me despedía de aquella mujer ilusionada con su nueva casa que Víctor le estaba construyendo.

No era una mujer muy grande; rondaría los 60. Pudo estrenar su casa y se nos fue muy pronto. Ahí se instaló la capilla ardiente para despedir a doña Lola.

Esta historia se desarrolló en El Choyal, tradicional barrio de La Paz, pasando la calle 5 de Mayo rumbo al cerro. Doña Lola fue esposa de don Ángel Castro Carballo, de ocupación policía, y doña Lola ayudaba con el ingreso familiar, preparando comida regional.

Ambos procrearon cuatro hijos; Miguel Ángel, María Elena, Víctor Manuel y Jorge Antonio (+). Los tres varones, profesores normalistas y activistas políticos y sociales. Cuatro hijos que se vinieron a sumar a tres más de Doña Lola; Alfredo (+) Reynaldo (+) y Moncha, mayores que los primeros.

Doña Lola era de La Ribera; un pueblo junto al Mar de Cortés o Golfo de California, de buena gente, de extraordinarias playas y mejor pesca.

También conocí a su hermana, a quien llamaban la Tía Chepa, de dichos y puntadas épicas y lapidarias, compendio de la sabiduría popular.

Una familia muy grande, tanto por los «cosillo» como por el lado de los Castro y la «Carballada».

Con el paso de las décadas, me hice amigo de todos ellos y me hicieron sentir parte de esa familia.

Apareció Paty en la vida de Víctor, y después sus hijas, Paty y Marce, quienes les han prodigado con cuatro nietos; tres varones y una niña.

Doña Lola, con una raíz profunda de la sudcalifornidad, fue piedra angular de una familia trabajadora, fraterna y solidaria.
De ahí la vena humana y generosa de Víctor Castro; de ahí su origen humilde y sencillo, para identificarse y para entender al pueblo al que pertenece.

PD. Víctor Castro sigue escribiendo su historia ahí mismo, en el lugar donde vivieron sus padres, en su querido barrio del Choyal…


Omar Castro Cota
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