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CFE - Miguel Angel Aviles

CFE: Hágase la luz

Corría un 14 de julio de 2008, la tarde incitaba al tecleo, yo escogía la música que me acompañaría en estos momentos de escribano cuando, de pronto, como una condena de los dioses, que llega el apagón.

Según su página, la CFE “es una empresa de clase mundial, se reconoce como una empresa que genera, transmite, distribuye y comercializa energía eléctrica para 25.8 millones de clientes, lo que representa casi 80 millones de mexicanos”.

“Un compromiso de la empresa es ofrecer servicios de excelencia, garantizando altos índices de calidad en todos sus procesos, al nivel de las mejores empresas eléctricas del mundo”.

Eso creí yo también y, con tal certeza, marqué el 071 para que me explicaran la razón de la interrupción y, de paso, me dijeran a qué horas volvería la luz.

A las primeras de cambio, me contestó una grabadora y, con melosa paciencia, me fue informando a qué correspondía cada número.

Piqué el tres o el cuatro —ya no recuerdo— y me contestó otra grabación que me advirtió, palabras más palabras menos, que en ese momento todos los operadores estaban ocupados.

Ya para entonces sudoroso, aguardé y enseguida, una gallarda voz se presentó y me preguntó en qué podía servirme. Le conté lo del apagón y las cosas que suceden y él, quizás para apaciguarme, me informé que, justo en ese momento, acababan de recibir el reporte, pero que todavía no sabían cuál era la falla.

Pues yo menos, pensé.

Habló más y más y luego que me dijo, supongo que para animarme (ya no sé) que el promedio de arreglo iba de una hora a cuatro horas ¡¡a cuatro horas !!

Gruñí para mis adentros, todavía le di las gracias y colgué.

Mis vecinos me secundaron con más llamadas y les dijeron lo mismo.

También gruñeron.

Y nos dieron las seis, las siete y….

Sin la compu , sin la tele, sin la lavadora, ya sin inspiración, casi a obscuras y sobre todo, sin los minisplit a toda marcha, volví a marcar y volví a andar el mismo camino.

Vuelve el repiqueteo, de nuevo ese detalle de una voz en off sobre los números que te dice para qué sirve el uno y el dos y el tres, cuatro, cinco, seis, siete, y al final, allá al final, escucho una voz en vivo:

– “Comisión Federal de Electricidad, buenas tardes (para él, supongo), lo atiende Sergio ¿en qué podemos servirle?”

Entonces le cuento y él, muy quitado de la pena, me asegura “que ya fue asignada la unidad, nomás es cuestión de que atiendan el reporte” (sic).

Me da, como para quitar pesares, el número de reporte: 62638… pronuncio algo que ahorita, por respeto a ustedes, no me gustaría repetir.

Al rato vuelvo a llamar pues la luz no llega y contesta el mismo:

—¿Qué fue lo que pasó?

– “Tronó un transformador…”, asegura como si me dijera la mejor noticia. Enseguida recita, de nuevo, el tiempo promedio de una a cuatro horas (dependiendo de la carga de trabajo)…

Me repite su nombre: Sergio Ramírez (en serio, así se llamaba).

—Ah ok, pero que aquí “en su humilde casa” la cosa esta que arde (y no es metáfora).

Dice que me entiende, pero me argumenta irrebatiblemente que “son fallas no programadas…” (Sic y más sic).

Pues sí, nomás eso faltaría: que programen las fallas.

Cuelgo y me salgo a la terraza para que me pegue el vientecito. Suspiro. Pongo agua para un café (qué maravilla: la estufa no es eléctrica) y me dispongo a ver un altero de álbumes de familia.

Por inercia enciendo un foco ¡y prendió !, ¡qué maravilla, prendió! ¡Prendió!

Palabra cumplida: de una a cuatro horas. Ni un minuto más ni un minuto menos: hízose la luz.

Lo dicho: la Comisión Federal de Electricidad es una empresa de clase mundial. Y estas —como la de hoy tarde— son simples fallas, carísimas como sus recibos, pero simples, bizantinas fallas no programadas.

A doce años de distancia, nada de esto ha cambiado. Bueno, sí: el monto que aparece en el recibo, ahora es más, mucho más y, a nosotros, nadie nos apoya, ni generosa ni bíblicamente, con dinero.


Miguel Ángel Avilés Castro
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