Tío Mario
En días pasados, andando por Ciudad Constitución, me encontré en las cercanías del Palo Bola a un viejo amigo: Mario Higuera, del rancho El Corral Viejo
En días pasados, andando por Ciudad Constitución, me encontré en las cercanías del Palo Bola a un viejo amigo: Mario Higuera, del rancho El Corral Viejo
Como mudo vestigio de la nocturna incursión al inframundo, quedó solamente un huarache izquierdo color rosa mexicano, huérfano como buque en naufragio, abandonado a medio taste por su propietaria Doña Genoveva
Estoy acostado incómodo, con los ojos cerrados al techo tratando vanamente de relajarme. No puedo. La calma tranquilizante del sueño se la ha llevado el ladrido de los perros
Y esa noche, en cuanto se empezó a ocultar el sol y las ranas, los coyotes y los grillos empezaron con su serenata, provistos de un zapapico, una pala, un bule con agua y una de esas radio lámparas de pilas grandes y cuadradas que usan los veladores
Fíjate, Vevita…- empezó a decir, aletargado, Don Asterio Castro al filo de la media tardecita, interrumpiendo la frase con un aflojerado bostezo un rato después de haber yantado opíparamente todo el día de lo que pudo
Bueno, pues la tía Veva entraba y salía de la cocina en un solo trajín, como trenecito de pilas, de esos que corren en unas vías de juguete en forma de ocho, con ese constante chifleteo cuchicheado igual de enfadoso que el carro de la nieve
El día inició cristalino y sonoro. El sol que apenas despuntaba en el horizonte fue desplazando al lucero matutino, ese puntito brilloso que esta mañana centelleaba con su amarillez habitual sobre un cielo pincelado entre rosa y azulado
En días pasados, estando en casa de mi mamá, le comenté de una inquietud que traía desde hace varias semanas y que era saber acerca de mi tío Raúl, que vive en Guaymas, Sonora y a quien no veíamos desde hace ya varios años
Uno cree que en una mentalidad sencilla de una persona tan aldeana, huraña como mi amigo Quitito, el enamoramiento sería tal vez algo remoto, o que ni siquiera tendría cabida en él.
La fiesta está en su apogeo y en orden aparente. Los tragos corren generosamente entre cantos, arpegios, y gritos de alegría, sobre todo cuando la frase de alguna canción es afortunada y llega al mero tuétano del que la escucha,
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