Virgilio Murillo Perpuli

Nació en San Miguel de Comondú baja california sur, El 18 de marzo de 1936, donde cursó su educación Primaria y estudió el oficio de telegrafista. Hijo de Alejandro Murillo Verdugo y de María Ethena Pérpuli Murillo. Sus primeros 21 años los dedicó a ayudar a sus padres En las labores del campo. El 15 de diciembre de 1958 fue nombrado telegrafista En la ciudad de Chihuahua Chih . y en 1962 se trasladó a Celaya Gto, donde se jubiló con 30 años de servicio. Sin pena ni gloria, Contrajo matrimonio con Enedina Franco Esquivias, Procrearon cuatro hijos, Virgilio, Alejandro, Margarita E Israel. Virgilio se sintió durante toda su vida profundamente Arraigado a su cultura y costumbres heredadas de sus Antepasados. A sus 70 años se le metió en la cabeza la idea de escribir Versos y relatos rimados, la mayor parte inspirados y relacionados como él dice, “a la bendita tierra que lo vio nacer

El Dr Orega - Virgilio Murillo

El Doctor Orega

Un refugiado Español, llegó en el correo, al parecer huyendo de la dictadura franquista, Mi tía Candelaria, dijo que venía de Europa padeciendo las secuelas de una guerra. Le pidió permiso a mi Padre, para que mi hermano Olegario y yó lo acompañáramos por las noches, y estuviéramos al pendiente de despertarlo de sus frecuentes pesadillas,

La Biznaga chocarrera - Virgilio Murillo

La biznaga chocarrera

Aquel fatídico día, a Chemo se le vio subir la cuesta pedregosa y enpinada, machete y chicote al cinto, a traer leña de palo fierro, quien había de pensar que ese día le resultaría tan fatal, que ya de regreso con su preciada carga al hombro, al sentarse de espaldas a una enorme biznaga, quedó enganchado a sus espinas curvas y resistentes, inmovilizado, sin poderse levantar.

El primer automovil - Virgilio Murillo

El primer automóvil

Hace un “titipuchal de años que un grupo de jóvenes, disfrutaban echándose clavados en las cristalinas y refrescantes aguas en la presa del pueblo, en un caluroso y sofocante verano, se vieron sorprendidos por un fuerte “retumbido”, como un derrumbe de piedras.
Que al voltear, vieron un monstruo de grandes ojos, dirigiéndose a ellos, precedido por una cuadrilla de nativos que con machetes, hachas y picos, le abrían paso entre tupidos Huitataves, huitzaches y “huatamotes”.