«Oiga, qué chingonas están sus botas», le dije a un tipo flaco ensombrerado con bigote negro y nariz de gancho pitayero que esperaba enfrente de mi en la fila donde envuelven los regalos. Se agachó batallando por subirse las bastillas de sus pantalones que eran como de tubo, sexy pues, «mire» me dijo moviendo una pata «tengo el cinto también y el porta navajas», dándose la vuelta enseñándome su cintura de niño. Y yo, «órale», «son caras, son de mantarraya» dijo orgulloso. No pues, muchos bailes se va a aventar usted» «seguro que si». Nos atendieron y luego me fui por ahí, cuando salía del local, lo veo venir, «doña mire, le quiero enseñar mi chamarra, la tenía en el carro, también tiene aplicaciones de manta».
Vi su chamarra, sus ojos buenos y sinceros de ranchero, su ilusión de bailar mucho, parecía una quinceañera, «pero póngasela, enséñeme como se ve con todo puesto», alcancé a decir con una sonrisa cuando pude darme cuenta que el tipo no estaba presumiendo nada, estaba compartiendo algo muy importante conmigo. Me subí al carro y puse el radio en las rancheras, me desgañité cantando, imaginando a mi amigo, bailando hasta el amanecer…Ajúa!!
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