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La era virtual - Miguel Angel Aviles

La era virtual

El primer amigo que yo tuve fue en el kínder pero jamás pensé que, eso de la amistad, pudiera durar para siempre.

Simplemente nos encontramos en el camino de una vida temprana y así seguimos hasta la fecha luego de más de cincuenta años de conocernos.

Aquel primer encuentro fue de la vida real, debo de aclarar, según yo innecesariamente pero ahora hay que aclararlo porque con esto de la tecnología creemos o nos han hecho creer que vivimos dos realidades diferentes.

Eso a mí me desconcierta. Tanto así que he tenido que dejar a un lado esta seriedad que me caracterizaba para soltarme riendo cuando leo que, digamos, en Facebook mangano o zutano está solicitando mi amistad como si fuera un extraño pese a que tengo años de conocerlo.

Pero así es esto. Me refiero a esto de las redes sociales en donde pocos se han salvado de caer o se han perdido de las bondades que ofrece, según se quiera ver.

Hago esta distinción porque hay quienes, sin matices, arremeten contra estos espacios, con el principal argumento de que aquí se viene a perder el tiempo y que impera la frivolidad.

Ay sí.

Es cierto que no es la versión ateneica en la era cibernética pero tampoco es la irremediable trinchera de la perdición. No. Y ya dependerá del uso que le dé cada quien para apostarle al ocio o a la ociosidad que no se la voy a decir aquí porque me da harta flojera, pero hay una gran diferencia.

De las desventajas ya han hablado mucho y son ciertas. Tampoco seré quien ahonde en ellas pues no se trata de hacer una campaña de odio, otras más, como si ya no hubiera suficientes en el ambiente político e ideológico de este país.

De sus virtudes menos disertaré. Ya Mark Zuckerberg y sus compañeros de la Universidad de Harvard, las pudieron haber contemplado y si después los usuarios agarramos monte, ya no es su culpa, al menos en cuanto lo que ahora puede significar para los que, nomás por hacer el daño, llamaré los abolicionistas.

Acaso nomas diré que para lo que yo lo uso, a mí sí me ha sido útil. Si mis pasos por estas redes están llenos de insignificancias, ni para dónde hacerme porque eché a volar mis intervenciones y ahora, como dijo un humilde filósofo tabasqueño, ya no me pertenezco.

Para atrás ni para agarrar reversa, aunque tampoco quiero. Y es que mis objetivos están a la vista, con tal de que después no anden gastando en hackers o “piratas informáticos” simplemente para averiguar qué tramo. Hago amigos o busco reencontrarme con amigos, comparto mi (in)producción literaria, opino sobre algún tema, aunque ya me autocensuré en lo político desde hace dos años antes que los antimotines digitales o los neofundamentalistas de la computación me dejaran peor que al Bulto, ese personaje en la película dirigida por Gabriel Retes.

Es en lo primero en donde me quiero detener y que significa la máxima razón por la que continúo estoico en lo que es mi muro pero que antes pudo ser mi diario, una carta, la memoria, el currículum , el periódico mural, la pinta en una pared, el desplegado o una simple expresión de afectos, confesiones, sentimientos o reclamos.

Me refiero el hacer amig@s o buscar el reencuentro con los que ya eran pero los tratas en otras sintonías o los habías perdido por largos años y aquí están otra vez.

Al respecto se dice que unos simulan y otros no se muestran tal cual son. Pueque sí. Pero ya dependerá de las habilidades o la corazonada de cada quien para detectarlos y mandarlos a volar por donde vinieron como al embaucador que quiere venderte un artículo pirata como si fuera original o a ese político engañabobos de los tantos que hay en el.mundo, que se oferta como el gran transformador de un país, más sus acciones de gobierno se acercan más a los postulados de Milton Friedman que a los de un verdadero demócrata.

En mi caso ,aunque quisiera, no puedo de una forma en la vida real y de otra en la llamada realidad virtual. Imposible. En palabras de reconocida estadista Lupita D’Alessio, soy tranquila y pacificador, pero al mismo tiempo irreverente y revolucionario; feliz e infeliz, realista y soñador; sumiso por condición más independiente por opinión. Porque soy así, con todas las incoherencias que nacen en mí y de ningún otro ni por influencia de nadie.

Con estas cartas de presentación aparecí en sociedad y aquí sigo, con la fortuna de que así como me encontré a mi querido amigo de kínder que se llama Aníbal, así también en esta virtualidad me he encontrado con amigos y amigas que, sin conocerlos en persona ya los aprecio y me río o me duelo con ellos como si lo hiciera en un café, en el barrio, en la sombra de un corredor, en una cantina o en esa plaza vacía, donde nada vendía, el vendedor.

Me río mucho, por ejemplo, con don Gilberto Tovar cual si fuera mi amigote de toda la vida y jamás lo he visto en carne y huesos pero he sabido de él y su guitarra lo necesario, para apreciarlo.

Pero a la vez se me parte el corazón al enterarme que una de mis contactos con quien hice migas este año como si fueran muchos, fue vencida por el cáncer del que no me contó esa noche que me dijo del orgullo de su padre, de su trayectoria en el periodismo impreso y en la radio y de su decisión de abandonar ese oficio cuando cambió el concepto de decir la verdad y sólo había que obedecer órdenes y alabar las acciones de los malos gobiernos.

Se llamaba Martha y le decían Maru. Les digo que yo apenas la conocí hace muy poco, en plena era virtual que también permite la risa transparente y el dolor sincero frente a las ocurrencias de algunos y la partida de Maru quien pudo ser tan amiga de mí como lo es el Aníbal o a lo mejor por unos instantes lo fue ,sin darme cuenta.



Miguel Ángel Avilés Castro
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