Korima PLACE

Miguel Angel Aviles Castro

Hay veces que nadie está

Para Raúl Conde Peraza ,ah y también para Emilio Arce Castro, nomas porque sí, o nomas porque no.

Un día les contaba que vi a una señora igualita al Bonavena Ramírez.

Se lo juro: en estatura, rasgos y complexión, me hizo recordar de inmediato, al otro defensa central del Atlante, allá a finales de los 70, principios de los 80.

A la ñorsita me la imaginé vestida de azulgrana y aplicando férrea marcación personal al Cabo Cabinho cuando aun no eran compañeros del mismo equipo o a Carlos Eloir Peruci, jugando pal Laguna, el Atlético Español, o el Cruz Azul, ya ni me acuerdo.

La señora gestionaba algo en Telmex y no pude mas que pensar que esa muchachita que la atendía, era el árbitro con el que tantas veces discutió El Bonavena, acaloradamente, con su melena larga como Rarotonga y su cara mas fea que la de Jo Jo Jorge Falcón o un juez en materia que conocí en un lugar del noroeste de este país.

Ignoro si habrá practicado algún deporte (la señora ,cabrones, no el juez) yo juraría que sí, lanzamiento de martillo, halterofilia o lucha libre en el bando de las rudas o algo así, pero ya mi imaginación la había instalado en el Estadio Azteca, dispuesta ella, a no dejar pasar a ningún rival que intentara colarse hasta la portería de Armando Franco, poquito antes de aquel viernes 20 de octubre de 1978, cuando Arsenio Farell Cubillas anunció la adquisición de Los Potros de Hierro por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social, el IMSS y unos años después de que el gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez adquirió el 51 % de las acciones de Telmex, y se convirtió así en socio mayoritario de la empresa, ésta que ahora es de mi compadre y recién librado del Covid, o sea Don Slim o Don Carlos Slim como ustedes, sierva y cortesanamente le quieren llamar.

Sabrá Dios, Antonio Meucci, Farell Cubillas, o Don Horacio Casarín ,pero El Bonavena, quien hasta de cadenero de bares la ha hecho y no deja pasar a ningún mala copa tal como no dejaba a tantos nueves en su dorsal porque ya está retirado de las canchas y ya no sale en la televisión para que Ángel Fernández narre cada entrada que hacía o Doña Coyo, esa señora del barrio allá en el puerto de ilusión, arremeta contra él, a madrazo limpio, porque impidió un gol cantado de Horacio López Salgado, otro histórico del Cruz Azul de los amores de doña Coyo.

La señora de hoy ya no está, ahí donde la vi ya no está. Pero estaba igualita al Bonavena Ramírez, quien tampoco está, en las filas del Atlante ya no está. Telmex tampoco está, en el patrimonio nacional ya no está. Tampoco doña Coyo está, entre los cruzazulinos del barrio ya no está.

Hay veces, Facebook, que ya nadie está.

Nadie

Está


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