Aquello no se podía dejar para otra ocasión, porque, esa noche , el final estaba por llegar, según lo habían anunciado los Mayas .
Gabino fue el que lo propuso y ese día, muy temprano, fuimos por él.
Muy espléndido ,en otra reunión había dicho que él tenía muchos en engorda y que ahí estaban en su rancho , llegando a Los Planes, para cuándo quisiéramos hacer una reunión ,pero el hijoeputa del Gabino no los vendió.
No le hace, dijimos, al cabo es el último gasto que haremos y el último animal que nos vamos a comer.
La sentencia era inapelable y la fecha había llegado: sí, señores, el big bang tenía fecha de caducidad , el universo estaba a unas cuantas horas de fenecer y del punto de origen a este momento, no quedaría absolutamente nada.
Si habíamos estudiado juntos desde niños y casi niños ,si habíamos permanecido unidos durante años , si habíamos ido y venido de la gloria al infierno en esa combi en noches y madrugadas, concensamos que ,una hermosa manera de serrar ese círculo de estrecha amistad ,era irnos todos a la vez.
Y que mejor lugar para hacerlo que en la llantera del güero Asencio que nos había cobijado inborrables veces a modo de cuartel general con tantos pasajes de vida que ,si no lo registraban cada una de las memorias de todos ,si la de la Rogelio quien siempre pareció llevar en su cabezota un diario ,un disco duro donde almacenaba cada peripecia para contarla en modo ,tiempo y lugar, cuando alguien le preguntaba por alguna en específico o quisiéramos hacer un inventario , un psicoanalisis colectivo de tantas ocurrencias y anécdotas apiladas así como estaban esas llantas que nos servían como cerco para que no nos pegara tan fuerte el vientecito que corría , como señal irrefutable que, el fin de este mundo ,estaba por llegar.
Pero si la apocalipsis llegaría en cuestión de horas, no nos habría de agarrar con el estómago vacío . No señor . Por eso, desde muy temprano el Gabino hizo su parte y el resto dispusimos que ,si ya nos había chingado , pues cuando menos lo tuviera listo y cocinado para el momento en que arreciara el hambre y para tal propósito , el producto de su venta fue a parar a la panadería de no sé quién mentado .
Mientras esas carnes estaban en su punto ,acá, en la llantera , no faltó quien empezara con las despedidas y a todos nos dios las gracias por habernos conocido . Lloró nomás tantito . Otro advirtió que ,si esta era la última cena de su vida , no iban a valer recomendaciones de su cardiólogo ni advertencias de colesterol y limitaciones de esas . Programó canciones ochenteras. Él le entraría con fervor al cochi y remataria con unos cuantos elotes de los que el güero ya había puesto a cocer, allá en lo obscurito, en una olla apostillada por si el platillo principal no era suficiente.
Otro más apuntó a la calle ,gritando que el designio mortal se había adelantado pero esa luces incandescentes que lo hicieron tragar gordo ,no eran más que dos patrullas que pasaban a gran velocidad y los efectos de lo que ,desde la tarde, se había bebido.
Antes de las doce ,El Gabino y un par de escoltas que le asignamos para que no se fuera a pelar con todo y cochi , agarraron pa la panadería y volvieron casi una hora después.
Allá lo estaban esperando con la cena en la banqueta porque desde hacía rato se querían ir y así ,como si subieran a un atropellado ,así dejaron caer un bulto en la caja del pickiup ,el cual fue flanqueado hasta la llantera por los dos vigilantes que le pusimos al culero del Gabino.
El Rogelio ,quien literalmente vivió para contarla ,afirma que medio cochi estaba doradito y crocante ,con un sabor exquisito que le gustó hasta su propio paladar ,pese a que nunca cenaba . La otra mitad estaba casi como se lo habían llevado.
Por más cuchillos y tirones que le dieron , fue imposible descarnarlo . Estaba más crudo que como amaneció el Gabino la mañana siguiente . Una voz como de ultratumba , propuso que lo dejáramos reposar en limón y nos lo comiéramos como ceviche . No, dijo alguien , capaz y que amanezcamos muertos ,esgrimió y le pegó una mordida a un taco.
Uno a uno nos fuimos lavando las manos donde se habían cocido los elotes para quitarnos la grasa y nos dispusimos a partir.
Nomás el Fily se quedaría ahí .Unos dicen que para velar como lo hizo siempre , otros que para seguirle haciendo la luchita al cochi . Le quedaba un ocho de Pacífico en el balde que estaba a un ladito de la fosa . Se nos quedó mirando cuando salíamos y se chupó los dedos.
En la banqueta, todos juntos, nos dimos un abrazo para siempre y, cada quien, agarró su rumbo.
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