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Don Gervacio - Arturo Meza

Don Gervasio

Don Gervasio era gran aficionado al box, de joven tiró guantes, ya retirado se dedicó a enseñar a algunos muchachos los secretos del pugilismo, luego participó como juez nacional y fue Presidente de la Comisión Paceña de box, acababa de cumplir 80 años, viejo y achacoso, de cualquier manera se enteraba de las noticias y aconteceres de su deporte. Era un hombre religioso, severamente disciplinado, matrimonio santo y tres preciosas hijas que quería más que a nada en el mundo, igual, las muchachas lo amaban como a un dios.

En secreto, Don Gervasio lamentaba no haber tenido un hijo, le hubiera encantado tener un varón en la familia, enseñarle a boxear, hacerlo campeón. Solo un desliz tuvo en la vida. A pesar de su matrimonio perfecto, su perfecta vida hogareña, su implacable disciplina religiosa, en sus tiempos de Presidente de la Comisión de Box, se sintió atraído por la secretaria, dos o tres veces salieron, cenaron y en solo una ocasión terminaron en la cama de un hotel, aquella vez de la Convención en Puerto Vallarta, después de la cena, los tragos, la conversación, la hermosura, el perfume, el paisaje, la calentura. El romance no prosperó, los remordimientos, las contriciones, la falta de contención no dejaban vivir a Gervasio. Se sentía tan atraído por Adela que la consideró un peligro. Con cualquier pretexto, muy a su pesar, la despidió y ya no quiso saber más de ella.

Cuando andaba por ahí de los sesenta años, un día, la bellísima Adela, ya entrada en años, aun guapísima, lo visitó para informarle que tenía un hijo, producto de aquella noche en Puerto Vallarta. Don Gervasio no lo podía creer, se quedó de una pieza, atónito. Nada dijo, Adela continuó explicando que estaba por entrar a la preparatoria, que estaba sola, que no podía mantenerlo, darle buena educación; que era un chico inteligente, rebelde, que no sabía qué hacer con él. Cuando Don Gervasio empezó a escuchar a Adela, sus razones, pensó que sería necesario hacer una prueba de ADN, cuando vio la fotografía, supo que la prueba era innecesaria, era su vivo retrato, algo que le produjo un hálito de satisfacción.

Finalmente, Don Gervasio decidió apoyar económicamente a Adela que la veía de vez en cuando y lo mantenía al tanto, pero poco a poco, se fue acercando al muchacho, se llenó de orgullo por el hijo varón que tanto deseó en su matrimonio. Cuando Adela le informó que al muchacho le gustaba el box y acudía al gimnasio de Andrés –El Chavi- Romero, amigo de Don Gervasio quien fue su patrocinador en sus tiempos de boxeador, esto acercó aún más y todas las tardes lo veía entrenar. En su casa nada dijo. Intuía las reacciones de su esposa e hijas, se caería del pedestal donde lo tenían. Tenía que mantener en secreto la relación con Adela y “El maestrito” Burgos, alias que se le fue quedando por su inteligencia y elegancia para moverse en el ring.

Cuando “El  maestrito” subió al box profesional, las primeras diez peleas fueron pan comido, muy pronto en la localidad no quedaron más pesos medianos que lo retaran, así empezó a viajar a Sinaloa, Nayarit y Sonora para probarse con los boxeadores de la contracosta, Don Gervasio seguía la carrera con ganas, muchas ganas de acercarse al “Maestrito” y contarle toda la verdad, convertirse en su apoderado y llevar relaciones normales con su madre. Pero no. Su perfecta vida familiar, el amor de su esposa y sus hijas se lo impedían.

“El Maestrito”, en dos años, con un récord invicto llegó a aspirar al campeonato nacional. Don Gervasio andaba ya en los ochenta años, sufrió un infarto que lo mantuvo en cama, le hicieron un cateterismo cardiaco, volvió a la casa pero ya no podía hacer esfuerzos, tampoco podía asistir a los entrenamientos. Se comunicaba con el Chavi Romero que le daba los pormenores de la evolución de “El Maestrito”. El día de la pelea por el campeonato nacional, unas horas antes, otra vez el dolor en el pecho, sintió que se moría, llamaron una ambulancia e inmediatamente lo ingresaron en la Terapia Intensiva del Hospital Salvatierra. Don Gervasio luchaba por su vida. El ecocardiograma había revelado inmovilidad de más del 70% de miocardio, el gasto cardiaco mínimo, apenas para mantenerse en cama y un aceptable nivel de conciencia.

Los enfermeros de guardia no se perdían una pelea, Don Gervasio que respiraba agitado, con oxígeno en mascarilla, hacía señas, quería también enterarse de las incidencias del box. Enseguida le arrimaron una mesita y los tres, Don Gervasio y dos enfermeros se dispusieron a escuchar la pelea. En el segundo round nada para nadie, fue hasta el quinto round que el Maestrito puso mal a su rival, los enfermeros vieron cómo se disparaba el monitor cardiaco, el Maestrito trataba de rematar, de provocar el nocaut, pero la campana salvó a Kid García y de setenta pulsaciones se fue hasta treinta, Don Gervasio ya no respondía, a su cerebro ya no llegaba sangre. Hablaron al médico de guardia.

Fue en el último round cuando el Maestrito recibe tremendo gancho al hígado que lo pone en malas condiciones, es ahora su rival quien trata de rematarlo, la pelea está prácticamente empatada pero está a punto de perderla el Maestrito. Falta un minuto para que la pelea termine a un ritmo trepidante. El corazón de Don Gervasio parece reunir fuerzas y vuelve a la latir a 50 por minuto. El Maestrito se rehace, parece superar la crisis. Un buen golpe del maestrito manda a la lona a Kid García, el corazón de Don Gervasio late a 70, después de la cuenta de protección se enzarzan en un tremendo cambio de golpes, el corazón de Don Gervasio llega a ochenta, el golpe en la barbilla es brutal, cuando ya faltan seis segundo para la campana final, el corazón se para. Alarma de paro.

Don Gervasio ya no responde a la reanimación. Hora de muerte: las 22:33.



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