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La señora de los nomales - Marcela Lopez

Caminar juntos en esta pandemia

Una mañana barriendo el frente de la casa, mientras pensaba que había en el refri para hacer de comer ese día… Se acerca una señora, era ya un tanto mayor, morenita, bajita y con cierta timidez que no le quitaba el ánimo y entereza de su rostro (a pesar del cubreboca kn95) que da estar luchando siempre para salir adelante, traía puesto un mandil azul con florecitas rojas y olanes alrededor para proteger su vestido color mostaza con flores blancas, calzada con guaraches negros, una servilleta bordada, seguro por ella misma para las tortillas y una bolsa con pencas de nopales.

-¡Buenos días! Ando vendiendo estos nopales. Aproveché que voy a las tortillas- A mí me brillaron los ojos ¡ya sabía lo que iba a cocinar y sin salir de casa!

Al pagarle me dijo que no traía cambio y me mostró una moneda de diez pesos en el fondo de su pequeño monedero, era todo su capital. Salió servilleta en mano con la esperanza de vender la bolsa de nopales para comprar tortillas, concluí; así que corrí a buscar treinta pesos en monedas para pagarle. Ella se fue contenta (yo digo que así fue porque me dio las gracias como cuatro veces) y yo me quedé igual contenta y además agradecida porque llegó hasta mí con su producto y ya no tuve que salir. Entonces pensé que esa debería ser una de las formas de caminar juntos en esta pandemia con economía contraída pues creo firmemente en eso de “no nos salvamos solos”. Y no nos vamos a salvar mientras no veamos por los demás, especialmente en estos momentos y en cualquier situación.

A la siguiente semana volvió con su cubreboca puesto y una bolsa de nopales que volví a comprar y así otro par de veces escuchando su grito de: ¡Señoraaaa! Ya sabía lo que comeríamos ese día, o tal vez otro, con carne de cerdo en chile rojo.
Un día llegó jalando un carrito de mandado con varias bolsas de nopales; creo que ya le estaba encontrando el modo al negocio. Seguí comprando, aunque en casa era ¡Nooo nopales nooo otra vez! Pero como de que no! Si son buenísimos para el buen funcionamiento del sistema digestivo.

La señora de los nopales dejó de serlo y pasó a ser doña Lupita, porque a estas alturas ya éramos viejas conocidas. Ya hasta nos veíamos con gusto. Así me enteré que ella cultiva en su pequeño patio y en macetas lo que vende ¡Por eso tiene mejor sabor! Pensé.

Hoy dio el salto a ligas mayores, trae un carrito de soriana (no ahondaré en detalles) y una socia con indumentaria similar (por cierto Señora muy seria).

-Señoraaa!… traigo calabacitas, jitomate y los nopales-

Y también había cambiado de look, además del cubreboca y su mandil, traía un bonito sombrero que la protegía del sol, calzando tenis (más cómodos para largas distancias y calles empedradas) ¡Ah! y un monedero mucho más grande ya con cambio para dar… Después de su venta, se alejaron platicando muy animadas en una lengua indígena que me hubiera gustado entender por mera curiosidad, pero ya lo “investigaré”.

Las siguientes semanas, el carrito venía más lleno con bolsas colgantes a los lados. El surtido era mayor: nopales, calabacitas, jitomate, cilantro, yerbabuena y zanahoria. Ya se veía más segura con su negocio ¡Y contenta! Hasta me anunció que la siguiente semana traería espinacas, que estaban casi listas.

Todavía no llevo a cabo mi investigación sobre la lengua que hablan, pero ya lo sabré tarde que temprano.
Por ahora seguro en su casa hay un poco más de dinero y alimentos para sobrellevar la pandemia y la crisis económica gracias al empeño y arduo trabajo llevado a cabo entre las actividades diarias de ser “ama de casa”.


Marcela López Larios
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