De OVNIS en la ocho
La otra vez, hace un chingo, venía el Moncho, el hermano del Quequi, muy tempranito del hermano ex-pueblo mágico de Toojantos, cuando en Todosantos (donde no se admiten dentistas), gobernaba «El Poca Lucha».
La otra vez, hace un chingo, venía el Moncho, el hermano del Quequi, muy tempranito del hermano ex-pueblo mágico de Toojantos, cuando en Todosantos (donde no se admiten dentistas), gobernaba «El Poca Lucha».
A esa hora del mediodía paceño, en la canícula de aquel legendario agosto de hace más de tres décadas (actualmente cinco; esto lo escribí hace más de veinte años), la zona comercial del Puerto de Ilusión se encontraba repleta de fayuqueros que aprovechaban las ventajas que les ofrecía el régimen proteccionista de zona libre
¡Puchi,mano! Lo que es dormirse en sábado sin haberse tomado ni una sola cawa…
No, pos resulta que me desperté con pesadillas a media noche, sudando frío por culpa de tanto pinchi chistorete que circula con lo de la mentada (de madre) rifa del avión presidencial.
Estaba haciendo un frío de la chingada. Frío no chingaderas. Pior por allá en la sierra de la Laguna, cuando todavía vivía La Cachana en Todosantos. Puta qué frío hacía, pariente. Parecía que no cobraban la luz del refrigerador del planeta.
En días pasados, en las redes sociales circuló una fotografía donde fue captado un cazador con su presa: un borrego cimarrón. Obviamente que a todos nos causó y nos seguirá causando indignación ver tal aberración, pero más allá de la impresión que causa ver tales gráficas, el saber que aún en estos tiempos se efectúe tal tipo de cacería, nos asombra; además que esta actividad es considerada legal por las leyes ambientales mexicanas bajo el pretexto de brindarles protección a los mismos animales, esto por medio del otorgamiento de permisos para la cacería, y con el dinero recaudado por la venta de los llamados “cintillos”, que son unas tiras de papel engomado que en el remoto caso de que algún inspector de PROFEPA pesque al cazador con su pieza de caza, el cintillo justificará que la cacería es totalmente legal y asunto concluido.
“A nosotros nos la peló un zorrillo y nos la dejó apestosa”, es la frase con la que el Chefo Moreno Rentería, y sus huestes, neochairos conversos por adecuación, dan por terminada cualquier discusión que casi siempre empieza de la nada; por cualquier tirito.